Por: P. Vicente Aníbal Romero Peña
Cuando era joven respiraba capitalismo; nos enseñaron que Milton Fridman, era el padre de capitalismo total. Nos decían que nada puede cambiar, que el capital es el Dios del mercado. Que no hay utopías.
Que los Pobres siempre serán pobres, y los ricos siempre serán ricos.
Nos lavaron el cerebro, que nada puede cambiar, que así es el sistema, todos contra todos. Que no hay utopía, que Tomás Moro, era un iluso.
Que los pobres, no podemos ir a estudiar a Estados Unidos, ni Europa. Que no podemos salir de nuestra America Latina, porque hemos nacido, determinados a vivir con el síndrome que soy tercer mundista.
Los capitalistas eran un discurso florido, prometen que todos van hacer ricos, que construyen escuelas donde no hay niños.
Los capitalistas se visten de sombrero, se ponen ruana, abrazan a los niños, y dan regalos. Solo basta mirar las últimas campañas de Ecuador y Colombia.
Ávidos de poder y de dinero, muy compulsivos, alimentan la patología, que el dinero es el todo. Lo que la psicología llama el síndrome del camaleón. Las ansias del poder, del tener y del aparentar.
Ahora bien, dicen que el capital es dejar hacer, y dejar pasar. Todo lo regula el mercado.
Dicen que los recursos naturales de la patria es de ellos, los burgueses. Que todo tiene que ser pagado. Que el Estado, debe estar al servicio de los monopolios empresariales.
El Capitalismo nos vuelve explotadores de todos. No hay ética, solo existe el emporio explotador.
«Pan (religión), y circo (fútbol), es el estilo del capitalismo salvaje» (Papa Francisco). Para embrutecer a todos. Mientras la oligarquía se reparte nuestro destino.