

Por: P. Vicente Aníbal Romero Peña
Hay que empezar aclarando términos, iglesia somos todos los bautizados, así nos recuerdan los documentos del concilio Vaticano II, y política es el arte de preocuparse por el bien común.
Por ello todo bautizado está llamado a anunciar y denunciar todo lo que atente al bien común.
La jerarquía católica, es decir sacerdotes, diáconos, obispos, cardenales no pueden participar en política partidista, entiéndase bien, el partidismo político es el accionar de los laicos. A ellos les corresponde de acuerdo a sus principios, proponer programas de desarrollo, y la población saber discernir de acuerdo a su fe, la mejor opción.
Los documentos de la iglesia nos ayudan a ser responsables de nuestras acciones y opiniones. Los ministros de cualquier dominación religiosa no pueden manipular el sentimiento de sus feligreses.
Ya lo dice santo Tomás Moro, patrono de los políticos, la Utopía es la experiencia más genuina de fe.
No utilicemos nuestro ministerio para confundir a nuestra sociedad. Sabemos que todo está contaminado, todo está manipulado, no hay que ser personas ingenuas, analicemos la actual realidad en que nos movemos y existimos. Los cristianos somos personas de esperanza, a pesar de las nubes grises, del ocaso maltrecho, surge como el grano de maíz la esperanza. Y por ello somos Peregrinos de la Esperanza.
Tendamos puentes, nos recuerda siempre el Papa Francisco. «Esta caridad, corazón del espíritu de la política es siempre un amor por los últimos…» Fratelli Tutti número 187.