

Por: P. Vicente Aníbal Romero Peña
La cruz no es solo un madero antiguo ni un símbolo religioso. Es una voz viva, una profecía encarnada, una historia contada desde las heridas del Amor. En ella, Jesús nos habla con palabras que traspasan los siglos y nos alcanzan en medio del caos, la violencia, la corrupción, la injusticia y la esperanza terca de nuestro pueblo ecuatoriano.
Aquí no hay retórica de púlpito; aquí hay Evangelio crudo, pero esperanzado. Palabra que se hace calle, esquina, escuela, cárcel y hospital.
1. “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc 23,34)
Jesús no lanza piedras desde la cruz. No busca venganza. Ruega. Intercede. ¿Y qué pide? Perdón. Ecuador hoy necesita ese perdón hondo, no como un “borrón y cuenta nueva” para el corrupto impune, sino como medicina para el alma de una sociedad herida. Porque no sabemos lo que hacemos cuando naturalizamos la muerte, cuando justificamos la violencia, cuando cerramos los ojos al dolor del otro. La cruz nos dice: ¡Despierten! ¡El perdón es el inicio del cambio!
2. “Hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lc 23,43)
Jesús no prometió puestos en ministerios ni cargos públicos. Prometió paraíso… a un ladrón colgado. ¿Y si ese buen ladrón fuera uno de nuestros jóvenes tentados por el crimen, por la banda, por la desesperanza? Jesús no lo canceló. Le dio una oportunidad. Nos toca a nosotros, como Iglesia, como sociedad, abrir caminos de redención. Porque todavía hay paraísos por construir en nuestros barrios si decidimos mirar con misericordia y actuar con justicia.
3. “Mujer, ahí tienes a tu hijo… Hijo, ahí tienes a tu madre” (Jn 19,26-27)
Jesús cuida de los suyos incluso mientras muere. No deja a María sola. Le regala comunidad. En Ecuador, hoy muchas madres entierran a sus hijos. Muchas mujeres son testigos de un calvario que no pidieron: violencia, pobreza, migración. Esta palabra es grito y consuelo: ¡No estamos solos! Somos pueblo, somos familia, somos cuerpo. La fe no se vive aislada, sino como red que nos abraza.
4. “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mt 27,46)
Este grito no es herejía. Es oración cruda. Es lo que muchos ecuatorianos dicen cuando los salarios no alcanzan, cuando los hijos no regresan, cuando las balas callan la esperanza. Jesús no edulcora el dolor. Lo nombra. Y eso es lo primero que necesitamos como país: decir lo que duele. Solo así, gritando al cielo, podremos abrir el corazón a la resurrección.
5. “Tengo sed” (Jn 19,28)
No es solo sed física. Es sed de justicia, de compasión, de coherencia. Ecuador también tiene sed. Sed de líderes con alma. Sed de maestros con vocación. Sed de políticos con conciencia. Sed de jóvenes con sueños y no solo con miedo. Jesús nos invita a ser agua en tierra reseca, a saciar su sed con gestos de misericordia y de transformación real.
6. “Todo está cumplido” (Jn 19,30)
No es un “hasta aquí llegué”. Es un “¡Lo entregué todo!”. Jesús no dejó nada a medias. Ni su amor, ni su misión. Y aquí en Ecuador, ¿cuántos proyectos quedan truncos por falta de voluntad? ¿Y cuántos siguen luchando en silencio, cumpliendo su parte, con fidelidad oculta y heroica? Jesús nos enseña que el Reino no se construye con discursos, sino con entrega total, diaria, silenciosa, fecunda.
7. “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23,46)
Jesús muere confiando. No lanza maldiciones, no escapa. Se entrega. Se confía. Y esa es nuestra última esperanza en medio de tanta oscuridad: la certeza de que Dios no abandona, aunque todo parezca perdido. Es el acto más revolucionario del cristiano hoy: confiar en Dios cuando el mundo se cae a pedazos.
La Cruz: Escuela de Esperanza para el Ecuador. No podemos mirar la cruz desde lejos. La cruz está aquí: en los hospitales sin medicina, en los barrios sin luz, en los maestros sin salario, en los migrantes que caminan con la fe en los talones. Pero también está en el que resiste, en el que perdona, en el que educa, en el que ora, en el que no se rinde. La cruz no es solo muerte. Es la Palabra que nos enseña a vivir. Y Ecuador, a pesar de todo, está llamado a resucitar desde su propio calvario.